martes, 20 de marzo de 2012

Antequera. El renacer del Sol marcó la vida en la Prehistoria

La entrada del sol en el dolmen de Viera de Antequera cada primavera demuestra que estos ciclos marcaban los ritmos de la vida en la aldea

MARÍA ROSALES. Los equinoccios son los dos días del año en los que el día y la noche duran lo mismo al discurrir sobre el ecuador la eclíptica o el camino diario que dibuja el Sol en la bóveda celeste. Marcan el inicio de la primavera y el otoño, es entonces cuando la luz del astro rey inunda el dolmen de Viera de Antequera, un acontecimiento espectacular que ha tenido lugar esta mañana a eso de las ocho menos cuarto y que sólo volverá a verse con la llegada del próximo otoño. Así, en los amaneceres equinocciales como el de hoy, el sol se alinea con el corredor del monumento megalítico y su luz penetra directamente en el interior durante unos minutos. Un espectáculo para la vista y un motivo de estudio para los expertos que se preguntan cómo los pobladores del interior de la provincia de hace al menos 4.000 años ya eran conscientes de este fenómeno.

¿Por qué esa dirección y no otra? Es la pregunta que suscitó la publicación la AAVV El Centro Solar Michael Hoskin. The Michael Hoskin Solar Centre de la Consejería de Cultura, editada en el pasado 2011 y que sienta sus bases en lo que han denominado como arqueoastronomía, una ciencia estadística en la que en primer lugar se busca un patrón entre las orientaciones, y luego se persigue explicar el patrón.

Así, Antequera cuenta con tres dólmenes Menga, Viera y el Romeral y a pesar de los esfuerzos por establecer unas coincidencias entre los astros y su ubicación, «desafortunadamente, cada uno de los tres grandes dólmenes de Antequera es único en su categoría». Es aquí cuando se plantea la peculiaridad de Viera. «La orientación de Viera es de 96°, y mira al horizonte con una altitud de 4°, por lo que tiene una declinación de –21/2°. Por tanto se orientaba al orto solar a final de septiembre y mediados de marzo». Es decir en los equinoccios. Así, los investigadores señalan conocer sólo un ejemplo análogo, el dolmen rescatado de las aguas de El Pantano de Los Bermejales.

¿Pero qué sentido tenía para estos grupos humanos de la Prehistoria esta orientación y no otra? Tras varios estudios, los expertos señalan que «su fin no era la observación de un orto solar determinado, sino que, en momentos puntuales del año, la luz del sol rey inundara el reino de los muertos». Explicaciones ritualistas que se unen a una necesidad de marcar ciclos en las tareas agrícolas. «Parece probable que se orientara al orto solar de otoño, después de que la cosecha se hubiera completado».

Pero los científicos aún se preguntan por qué esta relación sólo se da en Viera y no ocurre igual en sus homólogos. En este sentido, Hoskin va más allá y propone una nueva teoría, según la cual los dólmenes estarían orientados hacia el amanecer del día en que comenzaron a construirse y fija unas orientaciones concretas para Antequera. «Menga se orientaba a la cercana montaña de La Peña de los Enamorados;Viera posiblemente al orto solar (o lunar) y El Romeral posiblemente a la Cruz del Sur y las brillantes estrellas de Centauro».

En definitiva, Hoskin reconoce hasta cuatro alineamientos en esta necrópolis antequerana, «dos de carácter geográfico (Menga-La Peña de los Enamorados y El Romeral-El paraje del Torcal) y otros dos de carácter astronómico (Viera-equinoccios y, no sin ciertas reservas, El Romeral-solsticio de invierno). Estos hechos suponen que el binomio Menga-Viera contó con un alineamiento geográfico y otro astronómico, mientras que en El Romeral se darían ambos tipos de alineamiento en un solo edificio». Aunque está teoría aún no ha sido refutada, no hay duda de que el sol ha dado nuevas pistas de la construcción y el modo de vida de los autores de los dólmenes. Aún así, habrá que esperar varios amaneceres y que sea el tiempo y la Arqueología los que verifiquen o refuten estos extremos.
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La Opinión de Málaga
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