miércoles, 13 de junio de 2012

Atapuerca, la ciencia a lomos de gigantes

José María Bermúdez de Castro explica cómo pusieron nombre al 'Homo Antecessor'

Tal y como publica elmundo.es, ciertos medios británicos han puesto en duda algunas conclusiones de los hallazgos de Atapuerca. Con este motivo, y como respuesta a estas informaciones, elcultural.es reproduce varias páginas del libro Exploradores, recientemente publicado por Debate, en el que José María Bermúdez de Castro, codirector de los yacimientos, narra con rigor y detalle, cómo llegaron a los pies del Homo Antecessor.

Decisiones trascendentales

Entre el 8 y el 14 de septiembre de 1996 viajé con Eudald Carbonell a la ciudad de Forlì, en Italia, para participar como invitados en el congreso de la Unión Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas. Allí tuvimos ocasión de visitar el yacimiento de Monte Poggiolo de la mano de su director y buen amigo, el profesor Carlo Peretto. La antigüedad de este yacimiento puede ser similar a la del nivel TD6 de la Gran Dolina, y se encontraba entonces en la lista negra de lugares controvertidos. En Monte Poggiolo se han recuperado miles de herramientas de piedra de manufactura muy arcaica. La datación de Monte Poggiolo y la autenticidad de las herramientas recuperadas siguen siendo objeto de debate, aunque no me cabe duda de que los homínidos estuvieron en esta bella región de la península Itálica durante el Pleistoceno Inferior. En agradecimiento por la invitación de Carlo Peretto, ofrecimos sendas conferencias en dos localidades próximas del valle de la Padania, una de las regiones más fértiles y ricas de Europa por la acumulación de sedimentos dejados por el río Po, y lugar de origen del famoso vinagre de Módena.

En Forlì tuve ocasión de recalcar con Eudald la necesidad de realizar una publicación conjunta sobre los fósiles humanos de TD6 en una revista científica de prestigio y proponer una nueva especie del género Homo. Bromeamos sobre el nombre que deberíamos ponerle a la especie. Y el lugar para hablar de esta cuestión era muy apropiado, porque el latín sigue siendo la lengua que se emplea para denominar a las especies. Aún conservo la hoja de papel en la que, medio en serio medio en broma, escribí unos cuantos nombres para bautizar la muestra. En realidad, no tenía muchas esperanzas de conseguir ese objetivo, puesto que la comunidad científica seguía siendo muy reticente a aceptar nuestro descubrimiento en TD6. Acordamos convencer a Juan Luis Arsuaga para que apoyara la publicación. La apuesta era muy fuerte, pero necesaria para el éxito de un proyecto que se ahogaba en debates interminables y falta de decisión.

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El Cultural.es

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