El complejo de Atapuerca (Burgos) se puede ver como una instalación
unida a una fuente de datos única –su registro arqueológico–, con un
gran impacto científico internacional y también socioeconómico regional y
a escala estatal indiscutible. Esto la ha convertido en una gran
infraestructura de investigación científica (LSRI), deviniendo a la vez
un caso muy especial dentro de esta catalogación.
Detrás de todo este despliegue hay una red de colaboración científica
que se empezó a modular, tal como la conocemos hoy en día, a inicios de
la década de los noventa del siglo pasado, cuando asumieron la
codirección del proyecto del arqueólogo Eudald Carbonell junto con los
paleoantropólogos Juan Luis Arsuaga y José Mari Bermúdez de Castro.
Ahora, un artículo publicado en la revista Scientometrics
recoge como se ha ido desarrollando esta red científica, en el periodo
comprendido entre 1991 y 2011. El estudio se enmarca en uno de los
objetivos de las líneas de actuación del área de socialización de
Atapuerca que pretende analizar el impacto científico del programa de
investigación llevado a cabo en el entorno de estos yacimientos durante
las mencionadas décadas. [...] agenciasinc.es/
lunes, 25 de noviembre de 2013
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