3/7. Piezas de arte mueble glozeniano. |
La historia de la polémica arqueológica más célebre comenzó
con el tropezón de una vaca. El hallazgo de unos extraños artefactos en
una tierra de labor en Glozel, una aldea del departamento francés de
Allier, que parecían demostrar la existencia de una civilización
desconocida dotada de escritura en Francia en pleno Neolítico desembocó
en una polémica sin precedentes en la que la cortesía científica brilló
por su ausencia demasiadas veces y en la que no faltaron los juicios por
difamación y estafa.
El 1 de marzo de 1924 Émile Fradin, un campesino de 17
años, trabajaba con su abuelo Claude Fradin en un terreno de su
propiedad, una campa situada cerca de la granja familar, cuando la vaca
que les servía de animal de tiro dio un mal paso. Una de sus patas se
había hundido en el suelo. Émile inspeccionó el agujero y descubrió una
especie de fosa de planta ovalada. Dentro había un cráneo humano, dos
vasos cerámicos y una tablilla con inscripciones en un alfabeto extraño.
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