Los investigadores constatan también que fue habitada mucho antes de lo que se pensaba
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Un investigador ilumina la estalagmita donde está la cuerda |
Los investigadores de la Cueva de Ardales aún no salen de su asombro.
Han pasado centenares de veces por la entrada y han analizado desde
todos los puntos de vista las
manos negativas paleolíticas, una
silueta con 30.000 años de antigüedad que es uno de los motivos gráficos
más antiguos realizado por los seres humanos y que solo se ha
encontrado en 28 de los más de 360 yacimientos rupestres paleolíticos
existentes en Europa. Sin embargo, el pasado mes de febrero, en una
nueva revisión, encontraron en la parte alta de una estalagmita lo que
parecía un trozo de cuerda de esparto trenzada y que se encontraba
completamente petrificada.
Los investigadores la catalogaron en el acto, dos técnicos del
Instituto Geológico y Minero de Madrid fueron a Ardales para comprobarlo
y validarlo, y se le ha aplicado la prueba del carbono 14 en la
Universidad de Colonia (Alemania) para comprobar que, efectivamente, era
prehistórica, siendo el resultado positivo. La cuerda encontrada tiene
unos 30.000 años.
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Detalle de la cuerda petrificada. |
"Nuestra primera reacción fue de sorpresa. Todos hemos pasado
muchas veces por esa zona para ver las manos, pero la cuerda estaba
detrás. Es increíble", comenta a este diario Pedro Cantalejo, uno de los
investigadores y conservador de la cueva.
No es la primera vez que se halla una cuerda de este tipo. De
hecho, hace años se encontró una en la sima de la Curra en Carratraca
-muy próxima a Ardales- en un enterramiento neolítico y hay más casos en
España. El más llamativo es el de la Cueva de los Murciélagos, situado
en Albuñol (Granada), donde además de la cordelería prehistórica se
encontraron alpargatas y hasta pequeñas mochilas de esparto. Lo singular
del descubrimiento en Ardales es que es la primera vez que se ve una
cuerda cuyo único fin, a priori, era subir y bajar de una estalagmita
para ir a pintar o para contemplar las pinturas realizadas con
anterioridad. La cuerda está atada en la parte alta de una estalagmita
muy ancha a unos cuatro metros de altura y tiene varias ramificaciones,
estando el anclaje en una pequeña.
Una vez solucionado el problema para subir o bajar de la
estalagmita, había que tener la suficiente luz para poder realizar las
pinturas y ése ha sido otro de los campos que se han investigado. Junto a
la cuerda, los expertos han encontrado cuatro lámparas sobre
estalagmitas fracturadas y en el resto de la cueva se han descubierto
otra decena de lámparas fijas, así como otras portátiles abandonadas
tras su uso. Para generar fuego y luz, los prehistóricos utilizaban
distintos materiales. Los arqueólogos han visto que en esas lámparas se
conservan restos de combustibles orgánicos como grasa del tuétano de los
huesos o cera virgen de abeja.
Descubrir esa cuerda y las lámparas ha sido un hito
significativo para los historiadores, pero no ha sido el único. Hasta
ahora, los expertos pensaban que la Cueva de Ardales tenía unos 30.000
años de antigüedad. Sin embargo, los últimos estudios realizados
demuestran que se habían quedado cortos porque ya había sido utilizada
por los neardentales como refugio hace 50.000 años.
Se han hallado e investigado sedimentos arqueológicos con
pólenes, carbones, huesos de personas y animales, herramientas
fabricadas en sílex, pigmentos, arte rupestre y los mencionados
elementos de iluminación. Además, se ha realizado una topografía
científica del exterior e interior de la cueva, incluyendo el uso de
georradar y sondeos geoarqueológicos, que han permitido comprobar que la
boca de entrada a la cueva era más grande de lo que se pensaba y
permitía el paso de la luz hasta la conocida como Sala de las Estrellas,
"algo que aprovecharon neardentales y
sapiens sapiens para
refugiarse de la multitud de animales peligrosos que existían en el
entorno", destacan los investigadores. Se han hallado huesos de animales
que indican que nuestros antepasados comían cabras montesas, ciervos,
caballos, conejos, aves o tortugas. También se han visto huesos de un
lince ibérico pues, como pueden imaginar, los prehistóricos no se
preocupaban por las especies protegidas hace 50.000 años. "Siempre
habíamos pensado que la Cueva de Ardales era un gran museo de la
Prehistoria de hace 30.000 años pero ahora cambia toda la perspectiva",
narra Cantalejo de forma entusiasta.
Por otra parte, los investigadores han encontrado una zona
dedicada al procesado de pigmentos, bajo un afloramiento de óxido de
hierro entre dos estratos calizos. En ese
taller, los artistas
raspaban el óxido natural, pulverizándolo en un mortero y tostándolo.
Con este procedimiento, obtenían un pigmento rojo indeleble que se
mezclaba con agua para aplicarlo con pinceles o, simplemente, se
manchaban los dedos y dibujaban con ellos en las paredes húmedas de la
cueva.
Todos estos descubrimientos no son flor de un día sino gracias
al trabajo realizado por 34 investigadores a lo largo de los últimos
años. El equipo está coordinado por José Ramos, catedrático de
Prehistoria de la Universidad de Cádiz y uno de los mayores expertos en
esta materia, y Gerd Christian Weniger, profesor y director del
Neanderthal Museum de Alemania. A ellos hay que sumarles otros 32
especialistas procedentes de las universidades de Cádiz, Málaga,
Granada, Alcalá de Henares, Burgos, Rovira i Virgili, UNED, Colonia y
Aachen, así como instituciones investigadoras como el Neanderthal
Museum, el Instituto Geológico y Minero de España, el Museo de
Villamartín y los investigadores malagueños vinculados a la Cueva de
Ardales y al ayuntamiento de esta localidad malagueña.
Los estudios arqueológicos suelen ser prolongados en el tiempo y
siempre se hallan cosas nuevas, por lo que se puede estar décadas en un
mismo yacimiento. La última investigación se inició en 2011 y finalizó
el pasado mes de abril. Los resultados de estas indagaciones acaban de
ser
publicados en un libro y las conclusiones han sido remitidas a la
Consejería de Educación, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía.
El objetivo ahora es solicitar al gobierno regional fondos para
otro proyecto de investigación en el que se marquen nuevos retos y zonas
de estudio de la cueva. Los investigadores quieren regresar en otoño o
invierno, aunque aún no hay nada fijado. En sus cavidades se esconden
aún muchos secretos que nos arrojarán más luz sobre cómo vivían los
malagueños hace
solo 50.000 años.
Ángel Recio / malagahoy.es